Fernando de Lisboa
Fernando Pessoa - Poemas de Alberto Caeiro
Ayer el predicador de verdades solo suyas
habló otra vez conmigo.
Habló del sufrimiento de las clases que trabajan
(no del de las personas que sufren, que son, al fin, quienes sufren).
Habló de la injusticia de que unos tengan dinero y otros tengan hambre, que no sé si es hambre de comer
o si es sólo hambre del postre ajeno.
Habló de todo lo que pudiera hacerle enfadar.
¡Qué feliz debe ser quien puede pensar en la infelicidad de los demás!
¡Qué estúpido si no sabe que la infelicidad de los demás es de ellos
y no se cura desde fuera,
porque sufrir no es tener falta de pintura
o que el ataúd no tenga aros de hierro!
Que haya injusticia es como que haya muerte.
Yo nunca daría un paso para alterar aquello que llaman la injusticia del mundo.
Mil pasos que diera para eso
serían sólo mil pasos.
Acepto la injusticia como acepto que una piedra no sea redonda,
y que un alcornoque no haya nacido pino o roble.
Corté la naranja en dos, y las dos partes no podían quedar iguales.
¿Con cuál fui injusto, yo , que voy a comerlas ambas?
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