Aullidos de placer - Mario Trejo


Los 60, gloriosa década, sí. No me la vais a contar a mí, hombre, que la viví acullí y acullá. Pero, los cincuenta? Nadie habla de los cincuenta. En Buenos Aires, contra todo pronóstico, la vida era una gozada. Elena Cruz lo dijo mejor: era una partouze. Los vates nacionales, en cambio, estaban aquerenciados en el tintorro. Aunque ya Fontana y Pérez Morales administraban ácidos, mescalinas y psilocibinas. Había que ir a Brasil.Visite Brasil antes de que Brasil lo visite a usted.
Medio siglo dopo los vernáculos no se han anoticiado. En Sâo Paulo del 51, la Hochschule für Gestaltung estaba en el Instituto de Arte Moderna de Piero Maria Bardi; y en el Largo do Sà, el enorme poeta Milton de Lima Sousa leía todo en todas las lenguas y al sol del mediodía tras tres caipirinhas me presentó a e.e. cummings (y a tantos otros),me dio su casa, su familia y su sanctasanctórum, dónde viví algunos meses. Qué épocas! Todo coronado por la Diosa eslava Irene Ivanovski (Miss Pelotas) e inhalaciones do Carnaval directas al alma. Pero estas son otros trescientos cruceiros. Verdad Drummond?

En Buenos Aires, malgré tout, yerba, discos y libros venían de la mano de Henry Lewy (Calígula de las Dancing Waters, para la secta jazzera) y de Benny Lowderbach, tripulante de la Delta Lines que hizo equipo conmigo y con Michelle (née Elisa) Sorrentino (hija de Lamberti, gran periodista, con frente ruso y Stalag incluídos, y amigo de Curzio Malaparte hasta la muerte). La Sorrentino saltó de Italia a USA con su marido, piloto de guerra que se pegó un balazo apenas regresado a su patria. Luego se casó con Willie Alexander Maxwell, que supo ser bajista de King Cole y terminó como compañero de celda de Dexter Gordon y padre de mi ex mujer, Rochelle Maxwell. Michelle estuvo en todas antes de ser deportada. Aquí fue amada y odiada como Michelle Barbieri. Y a estas fuentes hay que añadir (atención!, homenaje a la Librería Rodríguez y a Pygmalion de Corrientes y San Martín) el New World Writing, donde descubrí Jazz of the Beat Generation, adelanto de On the road. De modo que cuando llegué a París, se abrió todo con Mason Hoffenberg (Candy).Ginsberg iba o volvía de Praga (amigos comunes, chismes, pero sin vernos). Lo mismo pasaría en La Habana. Cuando yo llegué (Crisis del Caribe), Ginsberg ya había sido expulsado por decirle a un micrófono que había tenido un wet dream con el Che. Recuerdo un salón infinito en Praga que fungía de club de jazz y donde se chupaba hasta que sólo seguían en la brega las checas almodóvar y uno aprovechaba. En el muro, gran foto de Ginsberg; en vivo, un bajo infernal de 16 años que luego sería Weather Report: Miroslav Vitous. Otro puente sobre el Río Beat fue Marc Schleiffer, el más joven, que sucedió a Le Roi Jones en la dirección de Kulchur y con quien compartimos a Maggie, cubana jazzera y Galina ,rusa muy europea y acceso a toda cama, diplomática o no.Con Marc nos volvimos a ver en Beirut, corresponsal de NBC Radio y con rechazante mujer black power. En el Yerushalaim del 67 habían caído `presos. Israel no perdona, pero condesciende, aunque hayas abrazado el Islam. Y con AG, finalmente coincidimos en Boulder,Co.: Summer Program del Naropa Institute. Entre diversos workshops, él daba charlas sobre Rimbaud; MT, sobre The Smoking Ecologist. Joe Richey (The Underground Forest) quería una charla a dúo sobre el sexo en nuestras vidas. No pusimos muchas ganas. De modo que nos dedicamos a recordar lugares y amigos comunes y supe entonces que el valioso material inédito de Mason Hoffenberg (con Couquite Matignon hacíamos la navette entre Piazza Navona y Montparnasse) estaba en una de esas terrenales universidades americanas. La despedida fue de huevos revueltos (por mí) con bacon, pero con un sabrosón café nicaragüense, mientras poníamos a punto la traducción que habían inventado mis alumnos sobre Conversación galante, de nuestro bienamado Nicanor Parra. En esa línea donde le urgen a chupar las tetas, AG prefirió a mi Is now or never una suya mucho más mejor. Con su Leica me sacó las mejores. Que nunca tuve necesidad de ver. Pero si ganas. Todavía.
El Gran Ciego recuerda que alabar y denigrar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica. Yo llevo bajo mi piel a Blaise Cendrars, manco capaz cuyo Transsibérien rasga la noche anunciando la llegada de Howl. Ambos están de gira. On the road. Para siempre. Y el Vecino de Arriba observa. Observa.

Mario Trejo

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